Es probable que la semana pasada no te llegara
la edición de esta newsletter. Revue, el servicio que utilizo para enviarla, tuvo problemas y a algunos os fue a spam, a otros ni os entró y a muchos les salía un mensaje de alerta en rojo de PROBLEMA MUY GORDO. (No digo que algunas de mis publicaciones no sean “problemas muy gordos” pero esta última me hubiera gustado que os llegara, porque en ella hablaba de una idea que me hace
especial ilusión).
Si os digo la verdad, no sé hasta que punto es culpa de Revue o de Gmail. Últimamente Gmail no acierta demasiado separando el trigo de la paja. Tanto es así, que ya tengo por costumbre entrar cada día a la carpeta de spam (y os aconsejo que vosotros hagáis lo mismo) y siempre encuentro correos importantes. Y por contra, en mi bandeja de entrada cada día entran emails sin despeinarse que claramente son, como mínimo, phishing de primero de Internet.
Esta es otra batalla a la que nos enfrentamos los que creamos contenidos. Hay una audiencia que ha decidido seguirte en
Twitter,
Instagram,
Youtube o en una newsletter. Y se entiende que lo han hecho porque quieren consumir tus contenidos. Pero luego, las plataformas y sus algoritmos son las que acaban decidiendo si un tweet, un post, un email o un vídeo se acabará mostrando o no a TU audiencia. Descorazonador.