En 2009 el artista italiano Gianluca Gimini comenzó a pedir a amigos y desconocidos que dibujaran un bicicleta. Sin previo aviso, se les acercaba con un bolígrafo y una hoja de papel y les pedía que hicieran el dibujo inmediatamente y de memoria.

Pronto descubrió que, ante esta extraña petición, a la mayoría de gente le cuesta mucho recordar cómo se hace exactamente una bicicleta. Algunos se acercaban, otros lo hacían casi a la perfección, pero la mayoría acababa dibujando algo que se alejaba bastante de una bicicleta normal.

Algunos años después, Gianluca Gimini decidió hacer realidad esas bicicletas, con un programa de diseño 3D, y ahí es cuando se dio cuenta que, de las casi cuatrocientas bicicletas, solo funcionarían correctamente… dos.

Gianluca Gimini aún no sabía por entonces que, de hecho, ese experimento que se acababa de inventar en realidad se trataba de una prueba que los psicólogos utilizan para demostrar cómo nuestro cerebro a veces nos engaña haciéndonos creer que sabemos algo aunque no sea así.

Es el efecto de sobreconfianza. Hemos montado muchas veces en bicicleta y eso nos hace pensar que sabemos cómo funciona.

Las personas tendemos a ser demasiado optimistas acerca de nuestras habilidades y conocimientos. Vivimos en la ilusión del conocimiento.

Pero es un sesgo cognitivo que puede tener sus razones evolutivas de peso. Y estoy completamente a favor, y me encanta que suceda. La sobreconfianza puede impulsar a las personas a enfrentar desafíos y perseguir objetivos. Si alguien cree que tiene habilidades superiores o un conocimiento más profundo de lo que realmente tiene, es más probable que se arriesgue y asuma desafíos.

Lo más provable es que no tengas ni puta idea, pero hazlo.

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